Cuando Lloran los Cerezos






Esta es mi primera novela, una historia que empezó como un pequeño cuento de diez páginas y tras la propuesta de mi amiga Sol y mi hermana Bea me decidí a hacer de él una narración más compleja, extensa y llena de emociones. 

Porque de eso es de lo que trata, de las emociones externas e internas, del disfraz, la fachada que mostramos a unos y guardamos para nosotros.

 Tsubaki (Camelia) es la protagonista de esta historia: Una joven huérfana de madre, a cargo de su padre, un honorable maestro de kendo (arte marcial con sable muy popular en Japón).
Durante toda la novela se presentan las reglas y normas del kendo, la meditación zen (práctica muy importante para el personaje principal), diferentes costumbres japonesas como pueden ser los ritos funerarios, los festivales, la celebración del año nuevo, el uso de los kimonos, yukatas (kimonos de verano) y kanzashis (adornos para el pelo), etc.

Pero sobre todo de lo que trata esta historia es de las diferentes maneras que tiene una persona de amar. Amor hacia un padre, hacia los compañeros, hacia una amiga, hacia un amor perjudicial y sobre todo el amor hacia la verdadera esencia de las personas.
Las personas cegadas por los ropajes, los perfumes y las bellas palabras no son capaces de captar la verdadera esencia, personalidad, sueños e intenciones de los que tienen al lado, volviéndose egoístas y haciéndoles daño a pesar de “quererles”. 

Eso es con lo que Tsubaki se encuentra, pensando ingenuamente que las personas así no podían existir. Ella es sencilla, amable, llena de amor y respeto hacia los que la rodea, sin embargo, cuando alcanza la maestría, se topa con una alumna que será su propia antítesis, sintiendo rechazo hacia ella pero a la vez atracción, respetando su forma de ser pero al tiempo haciéndole entender que la apariencia no lo es todo. 

Tsubaki amará al igual que sufrirá por diferentes motivos tales como la pérdida, la separación, el desamor, las disputas, el acoso e incluso las consecuencias de las bombas nucleares de Hiroshima y Nagasaki, la consiguiente pobreza y desaliento. Pero su espíritu, a pesar de todo, un espíritu guerrero, templado y constante, será el que la haga caminar siempre hacia delante, aprendiendo de su padre, sus amigos y sus discípulos. 

Y todo esto, a los pies del monte Fuji, rodeados de la maravillosa naturaleza de los bosques japoneses y sobre todo de los cerezos en flor.

Inma Martín del Campo

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